No es necesario ser un genio con grandes capacidades analíticas para imaginar las dificultades económicas en un mundo devastado por la pandemia de covid-19, en particular, en las llamadas economías emergentes, siempre muy susceptibles a lo que acontece en las naciones industriales avanzadas.
En momentos y de maneras ligeramente diferentes, las “tres hermanas de la calificación”, Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch,rebajaron a diez países africanos y sus títulos de deuda al nivel de “basura””: Angola, Botsuana, Camerún, Cabo Verde, República Democrática del Congo, Gabón, Nigeria, África del Sur, Mauricio y Zambia.
Las evaluaciones se basan, primariamente, en previsiones sobre la debilidad de los sistemas tributarios y de salud de esos países. Esto ocurre mientras el Banco Mundial apoya, oportunamente, una suspensión de los pagos de intereses de las deudas de los países más pobres integrantes de la Asociación Internacional de Desarrollo (AID).
Por otro lado, el conocimiento de las “hermanas” sobre el continente es escaso. La S&P, por ejemplo, se enorgullece de hacer evaluaciones en casi 128 países del mundo, pero solamente tienen una oficina para todo el continente, en Johannesburgo, África del Sur.
Las calificaciones de las agencias son, en general, un tanto triviales. No obstante, como se sabe, ellas son llevadas en consideración por los mercados para evaluar la “salud” de las diversas economías y, consecuentemente, definir las tasas de interés de la deuda pública de cada país. Esta es una práctica recurrente, con efectos devastadores, tanto en el aumento del costo de los préstamos a cada país, como al interés de los inversionistas internaciones.
A propósito, conviene recordar el papel desempeñado por las agencias en el colapso financiero de la Gran Crisis de 2008, el cual impactó los mercados globales y, sobre todo, la economía real de muchos países. Como parece que el hecho se borró en la memoria colectiva, es útil recordar las investigaciones institucionales hechas al respecto. Una de estas fue un informe de una comisión bipartidista del Congreso de los EUA (“The financial crisis inquiry report”), publicado por el gobierno federal estadounidense en 2011, y que afirma, entre otras cosas, que “la crisis no podría haber ocurrido sin las agencias mencionadas. Ante sus calificaciones, primeramente, exageradas y, después, repentinamente rebajadas, provocaron que los mercados y las empresas cayeran”. O sea, el juego de siempre.
Hace algunos años, el monetarista alemán Wolfang Schäuble, entonces ministro de Finanzas, afirmó que era necesario “quebrar el oligopolio de las agencias de calificación”. Recuérdese que, en varias ocasiones, el G-8 y el G-20 produjeron una copiosa literatura, constituida por documentos y declaraciones, con fuertes críticas al comportamiento de las agencias y recomendaciones para una reforma profunda de ellas.
Recientemente, la Moody’s rebajó los títulos de África del Sur a “basura”, dejando al país debajo del grado de inversión, límite a partir del cual los inversionistas institucionales ya no están autorizados a comprar títulos del gobierno. El pretexto fue un estimado de un aumento significativo de la deuda pública sudafricana, que deberá llegar al 91% del PIB hacia 2023. Este año, el crecimiento de la economía sería inferior al 1%, cayendo después hasta menos 5.8%; y la agencia ni siquiera esperó para verificar el impacto de la pandemia de covid 19 y las medidas tomadas por el gobierno de Pretoria.
En rigor, las otras dos agencias ya habían re bajado los títulos sudafricanos hace tres años. Pero, ahora, África saldrá del importante Índice Mundial de Títulos de Gobierno (“World Government Bond Index”), el cual enlista todos los títulos públicos con clasificación de grado de inversión. En consecuencia, el valor de los títulos será redefinido sin una red de protección.
La Fitch redujo la calificación soberana de Gabón, de “B” hasta “CCC”, argumentando una posible dificultad de pagar la deuda soberana; debido a falta de liquidez causada por la caída en los precios del petróleo.
La Moody’s rebajó la calificación de Mauricio, debido a la previsión de una caída en los ingresos turísticos, debido a la pandemia.
Nigeria fue rebajada por S&P, de “B2 a “B-“, a pretexto de que la pandemia aumentaba el riesgo de choques fiscales resultantes de la caída de los precios del petróleo y de la desaceleración económica.
La S&P también re bajó a Botsuana, una de las economías más estables de África, con calificación “A”. La agencia citó el debilitamiento del presupuesto del Estado, debido a la caída en la demanda de materias primas y a la esperada desaceleración económica causada por la pandemia. Y la rebaja ocurrió sin que hubiera ni un solo caso de infección covid-19 en el país.
Semejantes ajustes están causando serios problemas, que podrían tener peores consecuencias que el propio coronavirus. De hecho, ellos redujeron el valor de los títulos soberanos usados como garantía en las operaciones de financiamiento de los bancos centrales, aumentando al mismo tiempo el costo de los intereses y, por tanto, de la deuda de los países. En consecuencia, habrá una ola de rebajas también para las empresas privadas.
Los países africanos están proponiendo el establecimiento de un mecanismo de respuesta colectiva contra los abusos de las agencias. Entre otras propuestas, está en estudio la creación de una autoridad supervisora propia de la Unión Africana, para fiscalizar las actividades de la agencias y definir patrones justos y realistas de evaluación.
Los gobiernos y las poblaciones del continente están viendo cada vez más hacia Europa en busca de apoyo y de un modelo. Por desgracia, en la cuestión de las agencias de calificación, la Unión Europea todavía se encuentra inexplicablemente paralizada.
Con relación a eventos particulares y ciertos comportamientos humanos, las poblaciones africanas usan figuras de animales para describirlos. ¿Quién sabe cuál animal de la selva sería utilizado para las agencias de calificación de riesgo? Expertos señalan que podría ser una hiena.
*MSIa Informa